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Cuando llegamos a los 50, empezamos a pensar en dónde hemos estado, dónde estamos y hacia dónde vamos o, incluso, nos preguntamos dónde deberíamos estar. Puede que descubras que odias tu trabajo o que tu crecimiento profesional está estancado. También es posible que tus hijos hayan crecido y ya no estén en casa, que tu vida transcurra sin incidentes o cualquier otra circunstancia que puedas agregar a esta lista que te obligue a pensar en la necesidad de hacer un cambio… pero no sabes cómo lograrlo.

El primer paso para comenzar el viaje en pos de lograr este objetivo es descubrir “QUÉ” quieres cambiar (¿profesión?, ¿estado físico?, ¿ciudad?) y el segundo, POR QUÉ necesitas cambiar.

Concentrémonos en el “POR QUÉ”.

¿Alguna vez te has sentido frustrada cuando un niño pregunta “¿POR QUÉ?” por quinta vez? (o más).

Pues me ha pasado también, sin embargo, hace poco me introdujeron a un concepto que, a pesar de ser una practica ya longeva, me ayudó a descubrir lo que esconde el cerebro humano y la razón por la que un niño, inconscientemente logra sus objetivos… casi siempre.

Muchas veces hemos escuchado decir que el cerebro de un niño es como una esponja porque es capaz de absorber y aprender la información con rapidez. En lenguaje más moderno, me atrevería a decir que funciona como un disco de almacenamiento de información que, al nacer, esta semivacío, solo contiene el sistema operativo, es decir, la información que traemos los humanos, como especie, guardada en el cerebro primario; esa que permite reaccionar ante los diferentes estímulos, aun cuando el bebé acaba de nacer (mamá… recuerda la prueba de Apgar*). Por eso cuando pequeños sentimos la urgencia de entenderlo todo e insistimos hasta obtener la respuesta que nos convence.

Con el tiempo perdemos esa habilidad… Sí, entendiste… HABILIDAD. La pregunta “¿POR QUÉ?” es parte de la raíz de todos y cada uno de los descubrimientos de la humanidad. Es la influencia del entorno, llámese familia, escuela, sociedad, etc. la que nos obliga a seguir patrones impuestos hasta llegar a repetirlos, aunque no entendamos “por qué” lo hacemos.

Te preguntarás adonde quiero llegar con esta reflexión. Te propongo un ejercicio: Supongamos que hay alguien que va a comenzar un régimen que incluye ejercicios y cambios en su dieta entre otros hábitos. No es un secreto que los primeros días tomará este plan con entusiasmo, sin embargo, es muy probable que, en poco tiempo, comiencen a aparecer excusas cada vez mejores para saltar un día, luego dos y así hasta que abandone. ¿La razón? Esa persona aún no ha encontrado el verdadero POR QUÉquiere comenzar este plan.

Entonces hagamos como los niños:

Pregunta 1 (P1): ¿Por qué quiere comenzar el plan?

Respuesta 1 (R1): Porque quiere perder peso                                      (P2): ¿Por qué?

(R2): Porque quiere volver a vestir un traje que le gustaba             (P3): ¿Por qué?

(R3): Porque quiere sorprender a su pareja                                           (P4): ¿Por qué?

(R4): Porque quiere revivir el amor                                                           (P5): ¿Por qué?

(R5): Porque cree que se han distanciado y ya no le ama como antes

La Respuesta 5 podría ser la que motive a esa persona a no abandonar ni poner excusas. Es el “por qué” que duele. Así sucede con los niños, solo dejan de preguntar cuando la respuesta ha calmado su dolor o satisfecho su deseo ardiente. La diferencia entre un adulto y un niño es la PERSISTENCIA.

Te invito a que hagas este ejercicio. Piensa en el cambio que quieres provocar y comienza a preguntar ¿POR QUÉ?

Tus respuestas deben ser honestas y de ello depende que el ejercicio sea efectivo. Debes preguntar hasta que reconozcas aquella que duela tanto que es posible que no te deje dormir en paz, esa que hará que te levantes de la cama, aunque no tengas deseos o que te salgas a dar esa caminata, aunque el cansancio te domine, la que hará que no te rindas.

Si llegaras a hacerte más de siete preguntas debes revisar tus respuestas anteriores pues puede ser que alguna de ellas no se corresponda con la línea de dolor.

Te invito a dejarme comentarios aquí o por cualquiera de las vías que están disponibles para saber si encontraste tu “POR QUÉ”

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